Durante los más de trescientos años que duró el Período Colonial, la presencia española se manifestó en todas las actividades de la vida diaria: arquitectura, religión, política, minería, gastronomía, etc. No en balde, Honduras es ahora el segundo país con mayor patrimonio colonial tangible de toda Centroamérica. Sus iglesias, catedrales, conventos, haciendas, fortificaciones, calles y arte religioso, particularmente en el centro, sur y occidente del país, se convierten en destino obligado para los apasionados por la historia.
Ciudades como Comayagua, Tegucigalpa, Gracias o Santa Rosa de Copán guardan todavía en sus ferias patronales y en sus ritos religiosos de Semana Santa, tradiciones arraigadas a lo largo de los años; obras de teatro, música, platillos gastronómicos, procesiones y el eterno murmullo de un rezo que nunca se acaba. Iglesias como las de San Manuel de Colohete o La Campa son verdaderas obras de arte perdidas en el tiempo y las montañas.
Omoa y Trujillo, por otro lado, nos muestran la herencia militar a través de las fortificaciones de San Fernando de Omoa y Santa Bárbara, respectivamente. Recuerdos en piedra de una época de piratas y filibusteros.
En 1821, Honduras se independiza de España y comienza su vida como nación. Pero los tres siglos de dominio español nunca se olvidarán.