Cuentan los anuales de la historia que a finales de 1600, dos hermanos españoles compraron una extensa franja de tierra en el oriente de la provincia de Honduras a La Corona española. En un principio, toda esa tierra formó parte de una gigantesca hacienda dedicada a la ganadería y agricultura. Siglos después, la hacienda se transformó en Danlí, la Ciudad de las Colinas.
Rastros de ese pasado colonial son visibles todavía. La iglesia, que domina el parque central, tiene casi doscientos años de antigüedad y su interior posee finos retablos con pinturas barrocas. Más allá, los restos de un sistema de acueducto conocido como “Los Arcos” permanecen aún en pie. Aunque el tiempo ha pasado, algunas constantes no han variado.
Danlí es conocida por la gran cantidad de colinas repletas de vastos pinares que la rodean; es de ahí que viene su fama como la Ciudad de las Colinas. El fértil terreno es propicio para la producción agrícola y ganadera convirtiendo estos rubros en el principal sostén de su economía. La industria tabacalera cosecha anualmente miles de toneladas de hojas de tabaco que luego son enrolladas en alguna de las fábricas locales. El resultado final son finos puros que han sido reconocidos en numerosas ocasiones entre los mejores del mundo. Cada puro alcanza elevados precios en Estados Unidos o Europa.
El maíz, la planta que heredamos de los antiguos mayas, aporta interesantes matices a la cocina lugareña. ¡Vaya que saben cómo cocinarlo! Pruebe las tustacas, empanadas, tamales, pozol, tamalitos, tortillas y las famosas rosquillas; estas son solo algunas de las formas en que se consumen los granos dorados. En Danlí se producen las mejores rosquillas del país.
Danlí podría comenzar a figurar más entre los destinos turísticos hondureños. Recientes inversiones privadas y gubernamentales tienen por propósito tornar las longevas haciendas españolas en remansos para la relajación y el turismo rural.
Cuando incursione por el oriente de nuestro mapa, considere esta ciudad para pasar una tarde.
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