Como extraído de un cuento de terror, Cristóbal Colón narró la muerte de ocho marineros, tragados por un inmenso remolino en el “río de las desgracias” ubicado en las costas de La Mosquitia, Honduras.
Y es que el Almirante envió barcas –que llevaban ocho hombres cada una- “a un río que parecía profundo y de buena entrada; pero no fue tal a la salida, porque habiendo enfurecido los vientos, e hinchándose mucho el mar, rompiéndose contra la corriente de la boca, embistió a las barcas con tanta violencia, que se anegó una y pereció toda la gente que iba en ella”…
“… había una tempestad casi incesante de los cielos, con fuertes aguaceros y tales truenos y relámpagos que parecía acercarse el fin del mundo. Muchas tormentas se han visto, mas no durar tanto ni con tanto espanto”.
Según su descripción enviada a los reyes católicos, “en este río y su contorno había cañas tan gruesas como el muslo de un hombre”, sin embargo, colón nunca especificó el territorio hondureño, por una sencilla razón: creía haber arribado a las costas meridionales de Catay (China). Los geógrafos lo señalaban como un afluente de Wanks o Segovia.
Empero la descripción coincide con la entrada al “Portal del Infierno”, donde la Patuca y el Wanks, Coco o Segovia, forman un delta, que desemboca en el mar Caribe, formando un remolino implacable que arrastra embarcaciones y sus tripulantes, en temporada de huracanes. El Patuca se vuelve ancho en las inundaciones.
“Después, cuando el 14 de septiembre llegamos a dicho Cabo, viendo que la tierra iba haciendo Mediodía, y que con los vientos levantes que allí reinaban y nos habían sido tan contrarios, podíamos continuar cómodamente nuestro viaje, dimos todos muchas gracias a Dios”, prosigue Colón en su carta a los reyes católicos de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando.
La ruta de los desastres
De principio a fin el último viaje de Colón -en el que descubrió Honduras- fue un rosario de desastres: naufragios, tormentas huracanadas muertos, intrigas y amotinamiento. Colón era ambicioso, pero sin “don de mando”. El obispo Juan Rodríguez de Fonseca, desde el segundo viaje en 1493, impuso personas de su confianza al genovés y organizó viajes clandestinos, con Rodrigo Bastidas, la familia Pinzón y Américo Vespucio, quienes llegaron hasta las costas de Honduras y Panamá desde 1498.
Después del tercer viaje, Colón fue llevado con grilletes a Castilla, por orden de Fonseca y pudo hacer un cuarto intento, porque el obispo estaba ocupado en asuntos diplomáticos con la hija de los reyes, Juana, que posteriormente enloqueció de amor.
El último viaje de Colón
La expedición la conformaron dos naos: la Santa María y la Santiago, y dos carabelas: La Gallega y La Vizcaína, zarpó de Cádiz, en mayo de 1502. La novedad es que venían tres miembros de la familia Colón: Cristóbal, Bartolomeo, su hermano y su hijo el cordobés Hernando Colón, de apenas 13 años.
En junio de 1501 llegaron a las islas Martinica, Santa Lucía, Dominica, San Juan y Santo Domingo, donde los Reyes Católicos le habían recomendado a Colón que se abstuviera de pasar, pero el insistió porque necesitaba guarecerse de una tempestad que se avecinaba. El gobernador Ovando lo rechazó y envió 28 naves a Castilla, pereciendo ahogados la mayoría de sus ocupantes. Colón siguió cuando amainó el viento… “Llegando el 30 de julio a una isla, agradable a la vista, por la variedad de árboles que la cubrían, a la que Colón bautizó isla de los Pinos. Habían llegado a Guanaja, parte de Honduras.
A sus 52 años, Cristóbal Colón padecía de gota y apenas podía moverse, por lo que mandó a construir un camarote en la popa de la Santa María. Por la misma razón envió a explorar a su hermano Bartolomeo.
Lo que más les impresionó en Guanaja fue una canoa tan larga como una galera, de ocho pies de ancha, toda de un solo tronco, que venía cargada de mercaderías de Yucatán.
Según lo relatado por Hernando Colón Arana, en medio de la canoa –en la que iban 25 guanajes- había un toldo de hojas de palma, no diferente de las que traen las góndolas de Venecia, que defendía lo que estaba debajo, de manera que ni la lluvia ni el oleaje podían dañar a nada de lo que iba dentro. Debajo de aquel toldo estaban los niños, las mujeres, los muebles y las mercaderías.
La mercadería incluía mantas y camisetas de algodón sin mangas, labradas y pintadas con diferentes colores y labores; algunos pañetes con los que cubrían sus vergüenzas (partes íntimas) de la misma labor…
El Almirante hizo detener al cacique Yumbé para que le ayudara, porque no conocían la lengua ni tampoco el rumbo. Navegó hasta tierra firme y descubrió un cabo, al que bautizó como Caxinas (hoy Puerto Castilla Trujillo).
Colón no estuvo en misa
El Adelantado –hermano de Colón – bajó la mañana del domingo 14 de agosto con las banderas de los Reyes Católicos, al igual que los capitanes y otros muchos de la armada, a oír la misa de fray Alejandro. Cabe destacar que el Almirante no pudo asistir y observó el rito religioso desde la Santa María.
A los pocos días siguieron su ruta marina por la parte oriental, según Hernando Colón. “…hasta el cabo de Gracias a Dios, son casi negros y de aspecto brutal; van completamente desnudos; en todo son muy rústicos, y, según decía el indio Yumbé, comen carne humana y peces crudos, tales como los matan; traen las orejas y narices horadadas con tan anchos agujeros, que cómodamente podían pasarse por ellos un huevo de gallina, por lo que el Almirante llamó aquel país costa de Oreja. Después del episodio funesto, donde quedaron los cuerpos de los marinos castellanos, pudieron entrar a lo que actualmente en Nicaragua. A Panamá llegaron en octubre en el Puerto del Retrete, Colón se enteró de que dos años atrás un grupo de españoles, al mando del navegante escribano Rodrigo de Bastidas, había llegado primero. El Almirante dio marcha atrás, a Portobelo y Veragua. En enero de 1503 llegaron al río Yebra, bautizado Belén. Los navíos estaban carcomidos de broma (un molusco que se adhiere a la madera hasta destruirla). –Allí en Belem, dexe uno y hartas cosas. En Belpuerto hice otro tanto…” Se refiere a La Vizcaína y La Gallena.
A mediados de abril salieron rumbo a La Española, acomodándose todos en la Santa María y la Santa María y la Santiago, pero sin volver por las “honduras”. Los vientos los empujaron a la isla Bermuda, y las tormentas hicieron chocar a las carabelas maltrechas. Sin barcas y sin remos, llegaron a finales de julio a puerto Bueno y Santa Gloria de Jamaica. La Santa María y la Santiago quedaron destruidas en la costa atlántica de Jamaica. Hubo un motín por falta de víveres. Francisco y Diego de Porras se rebelaron contra los hermanos Colón y hasta un eclipse el 29 de febrero de 1504.
A finales de junio salieron a Santo Domingo. Allí Obando liberó a Francisco Porras, mientras que el otro hermano Porras, Diego, se quedó en La Española y en 1505 descubrió las islas del Cisne, Santanilla o Swan, al noroeste de Honduras.
El 12 de septiembre de 1504, el Almirante, su hermano el Adelantado, su hijo Hernando Colón Arana, parientes y personal a su servicio, zarparon en un barco fletado hasta llegar el 7 de noviembre a Sanlúcar de Barrameda. Colón falleció en Valladolid, el 26 de mayo de 1506, persiguiendo al viudo rey Fernando, quien contrajo nupcias con la adolescente francesa Ursula Germana de Foix.
Texto: Blanca Moreno