A partir de las siete de la noche en un día de la semana los hondureños encendían sus radios para escuchar la voz del locutor, periodista y escritor Jorge Montenegro, hombre que narraba historias fascinantes, graciosas y de miedo.
Miles de hondureños de distintas edades tuvieron la dicha de escuchar cómo Montenegro describía aquellos cuentos que al día de hoy nos preguntamos de dónde sacaba tanta imaginación para escribir esas historias que se convirtieron en un ícono de Honduras.
Entre las historias más populares de Jorge Montenegro están:
La Sucia
Este cuento nos dice que la Siguanaba es una mujer que sale desnuda o medio vestida por la orilla del río, también se le conoce con el nombre de La Sucia. Esta mujer durante años ha enloquecido a miles de hombres y especialmente a los enamorados.
Cuenta la historia que un hombre llamado José García, vecino de la ciudad de Tegucigalpa se dedicaba a la venta de pañuelos, perfumes, ganchos, prendedores, toallas y otros artículos para ganarse la vida. Le informaron que en Las Animas, pueblo pintoresco de Danlí había mucha gente que le podría comprarle sus mercaderías sin pensarlo dos veces.
Al llegar José tuvo tanto éxito con sus ventas que logró alojarse con facilidad. Por las tarde anduvo vendiendo de casa en casa, en una de esa visitas le salió una muchacha de 18 años que le causó una impresión inolvidable, ya que jamás había visto a una mujer tan bella, la joven lo pasó adelante sin dejar de sonreír y José hasta tartamudo se volvió al mostrarle la mercadería. Sin duda, José quedo embelesado por la hermosura de aquella mujer que se llamaba Amparo.
José deseaba ver de nuevo aquella muchacha bonita entonces decidió sorprenderla en la noche y la espero afuera de su casa, al verla pasar con pelo largo extendido… José no pudo contenerse y le gritó… “Amparo… Amparito” ella nunca le hizo caso. Por lo tanto José decidió detenerla y cuando la agarro casi se desmaya del susto, porque ya no era Amparito como él creía… era una mujer horrible con el pecho descubierto, el espanto lanzó aquella terrible carcajada que resonó por las montañas y que hizo a correr a todos los animales nocturnos y ella comenzó a decirle a José: “una mujer que quieres, aquí estoy yo desgraciado, toma tu teta , toma tu teta que soy tu nana”. José al ver aquella mujer horrible grito tan fuerte que todo el pueblo lo escucho pero nadie le hizo caso.
El duende de la Chorrera
En la aldea de “La Boquita” en el municipio de San Pedro Sula de Zacapa corre un riachuelo cristalino, que hoy en día es lugar obligado para los bañistas de la comunidad.
Los ancianos cuentan que en ese lugar hace mucho tiempo aparecía un hombrecillo como de un metro de estatura, aparecía en las proximidades de la poza y enamoraba a las muchachas y le hacía diferentes travesuras. Vestía ropa de colores llamativos y por las noches los vecinos escuchaban música de guitarra muy bien ejecutada. Desde que los pobladores se enteraron de ese duende dejaron de ir al pozo, pero un profesor de la escuela no creía los relatos y un día decidió visitar a ese lugar, su sorpresa fue ver que ese pequeño hombrecito de verdad existía y al verlo que lo estaba llamando desde una cueva, el profesor salió corriendo y les creyó a las personas que tanto hablaban de ese duendo.
Se dice que el agua del riachuelo se estaba secando pero un sacerdote de Santa Bárbara levanto una oración y espanto ese mal espíritu que estaba asustando a las personas que habitaban ese lugar. El riachuelo volvió a correr y nunca más apareció el duende.
Las dos sirenas
Dice la vieja leyenda que en las cimas inaccesibles de los volcanes de Ayapa (de fuego) y de Pijol (de agua), existen dos lagunas, ambas son a manera de parajes fantásticos. Las riberas estaban sembradas de lirios balsámicos, árboles frutales tentadores y multitud de aves.
Cada laguna tiene una sirena, las que son de una belleza sublime, la primera era hija de Vulcano (dios del fuego) y la segunda de Neptuno (dios del agua), peros sus temperamentos no iguales, ya que una era de carácter serio y la otra era bondadosa.
Unos indios mencionaron haberlas vistos y las describieron como criaturas completamente hermosas. Los indios de la comarca Sur Oriental, odian a los de la Occidental y todos ellos creen en las leyendas.
El cadejo
Montenegro tenía un amigo que se llamaba Don Félix, era un hombre que enamoraba a sus clientas cuando llegaban a su pulpería.
Don Félix un día le contó a Montenegro que le gustaba mucho Marianita, una muchacha muy bonita del pueblo que tenía un caminadito de potranca y con unos pechos como cumbos. Ella siempre pasa por el callejón, cerca del cementerio y lo quedaba viendo desde la ventana de su casita en el cual se asomaba con aquel pelo largo que daba gusto verlo, porque le brillaba intensamente, y ese era el mal de don Félix, las mujeres de pelos largo.
Tiempo después don Félix consiguió lo que deseaba con Marianita, pero sus encuentros eran en el cementerio, por lo tanto los amigos lo molestaban y le advirtieron que se dejarán de ver en ese lugar porque un día de esos le iban a sacar un buen susto, don Félix no prestó atención a los comentarios de sus amigos y siguió con sus encuentros, pero una noche de repente miró que del lado del cementerio salía un perro negro que se fue arrimando a la casa, aquello no lo asusto porque muchos perros se metían al cementerio a casar conejos. Sin embargo, cuando él miró otra vez el sitio donde estaba el perro, observo que ese animal era más grande y él sentía que la columna vertebral se le hacía como hielo. Don Félix continúo explicando que esa criatura extraña se fue convirtiendo como brazas con ojos rojos, a medida que se iban acercando hasta donde él estaba crecía y crecía, se hizo del tamaño de la casa de Mariana, don Félix quiso gritar pero no pudo porque el animal se acercaba más y más. En ese momento Marianita salió a verlo, se acercó pero salió asustada y se metió a la casa apresuradamente. Tiempo después don Félix se dio cuenta que le había salido el cadejo y desde entonces quedo curado con la tunantiada y no volvió a ver a Marianita.
Estos son algunos de los cuentos y leyendas que nos dejó el hombre que exaltó la tradición oral en Honduras, Jorge Montenegro. Por esta razón te invitamos a que adquieras sus libros humorísticos y conozcas mejor estas historias que siempre nos entretendrán.