Los garífunas conservan intactas su lengua, su cultura, sus costumbres y su gastronomía. Llegaron hace más de 200 años al Caribe hondureño. Hoy se han convertido en el grupo étnico más grande y organizado del país.
Con su ritmo punta, al son de tambores y caracoles, las comunidades del pueblo garífuna son sitios que atraen al turismo. Bajamar y Travesía son las primeras de la lista si de trazar un mapa del Caribe se tratara. Ubicadas a inmediaciones Cortés, ofrecen extensas playas de arenas blancas y toda una infraestructura de hoteles y restaurantes donde se puede degustar su tradicional comida.
Una etnia llena de cultura
Se localizan en la costa oeste del municipio y tienen al menos 10 kilómetros de amplias arenosas playas. Los conjuntos musicales formados por niños, que utilizando conchas de caracoles, tortugas, botellas y latas vacías, bailan y tocan ritmos de su cultura, son muy frecuentes entre los garífunas.
Agua de coco, pan y tabletas de coco, así como el popular el guífiti (amargo), bebida que es elaborada a partir de una mezcla de hierbas, raíces, especias y aguardiente, se cuentan entre lo más interesante de su gastronomía.
A 11 kilómetros de La Ceiba está Corozal, una interesante aldea garífuna donde se puede conocer y disfrutar su fascinante cultura, ya que sus habitantes conservan orgullosos tradiciones como el idioma, el baile, la música y una gastronomía basada en productos del mar. Hay hoteles y restaurantes.
Corozal fue fundada en 1864 por un joven garífuna llamado Manuel Cayetano, originario del departamento de Colón.
Muy cerca está Sambo Creek, una aldea reconocida por tener los mejores cuadros de danza y música garífuna de La Ceiba y sus alrededores. Desde la auténtica comida garífuna y ser el punto de partida para tomar una lancha hacia Cayos Cochinos o la Laguna del Cacao, Sambo Creek, lo tiene todo.
Con su alegría, su música, su exquisito sazón y cultura, los garífunas hacen del Caribe un destino inigualable.